Vivía Madrid el adiós de una leyenda a caballo. Pablo Hermoso de Mendoza pisaba por última vez la feria taurina de las esencias: San Isidro. Atrás quedaba una trayectoria de más de tres décadas, de mandón en la cima, de binomio perfecto con su cuadra. Se despedía un maestro del escenario del idilio de sus ocho Puertas a la Gloria, de incontables faenas de grandeza más allá de trofeos, que traspasan la treintena. Nostalgias del ayer, recuerdos del corcel más torero de todos los tiempos, de ese Cagancho al que la afición de norte y sur rindió tributos de héroe. Era un día de emociones, desbordadas cuando el Centauro navarro daba la vuelta al ruedo con la oreja del cuarto,...
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