Honduras continúa en emergencia sanitaria a un mes del paso de huracanes 'Eta' e 'Iota'
Juan Carlos Arteaga, coordinador de proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Choloma, Cortés, habla sobre los impactos en la salud de la población más afectada por los huracanes que ya se habían agudizado con la pandemia, los vacíos en la atención debido a la falta de recursos estatales, y la respuesta de MSF a una doble emergencia, tanto en albergues como en refugios improvisados.
Él hace un llamado a una mayor coordinación e implementación de medidas para prevenir brotes epidemiológicos, aumento de casos de COVID-19 y otras enfermedades.
¿Cuál es la respuesta de MSF ante los huracanes Eta y Iota en Honduras?
Los equipos llevan más de un mes de intervención continua. Desde el día cero (4 de noviembre), focalizamos nuestra intervención de emergencia principalmente en la ciudad de Choloma, comenzando por los primeros albergues oficiales y no oficiales.
Con el paso de los días, hemos tratado de abarcar la mayor cantidad de albergues posibles, además de estar en zonas, como centros comunitarios e iglesias, donde la población ha ido acomodándose para estar cerca de sus viviendas, descansar y dormir.
¿Se debe declarar una emergencia humanitaria?
Cuando se declara la emergencia, los actores gubernamentales responden con mayores recursos y rapidez y, por supuesto, lo que podemos identificar acá es hay una clara emergencia humanitaria.
Por ejemplo, en Choloma y en ciertos sectores del norte de Honduras en Cortés, 50 por ciento de centros de salud están inhabilitados. Tenemos brotes epidémicos que empezaron a aumentar y lastimosamente el sistema se ve colapsado, porque no hay la infraestructura ni los recursos humanos en salud necesarios.
Esto se verá reflejado, quizá, en el aumento de enfermedades vectoriales como el dengue o el repunte de casos de COVID-19. Entonces, entre más recursos, más rápido se van a mitigar las consecuencias futuras en salud pública.
¿Cómo ha visto el ánimo de la población que se encuentra en esos albergues?
La población de Choloma, en general de Honduras, ha sido impactada por varias emergencias durante este año: COVID-19, así como la primera caravana migrante que salió durante la pandemia el primero de octubre, con alrededor de cinco mil personas que se dirigían hacia Estados Unidos, sumado ahora al golpe de los dos huracanes.
Dentro de los albergues, hemos realizado actividades tanto médicas como de salud mental y promoción y prevención en salud, y lo que hemos identificado a nivel de salud mental son síntomas relacionados con la ansiedad, temores y miedos alrededor del primer golpe de Eta y las inundaciones continuas. A veces ni podían regresar a sus casas por las lluvias.
Además, hemos visto el duelo y la pérdida en todos los grupos, tanto en menores como en adultos y personas mayores, que rememoran el golpe del huracán Mitch e incluso de Fifi, donde Médicos Sin Fronteras también intervino. Muchas de las familias tienen un duelo por haber perdido sus casas que quedaron completamente destruidas. Esto sumado a la incertidumbre de lo que viene.
¿Qué han identificado en los menores?
El duelo y pérdida por los seres queridos y los animales. Muchas de las zonas de Choloma eran rurales, con animales de granja que lastimosamente desaparecieron durante las inundaciones. La particularidad con menores es que no expresan sus emociones en la misma medida que lo podría hacer un adulto. Entonces, a pesar de que los niños sigan jugando en los albergues no significa que no estén afectados por lo que pasó.
Nuestras actividades psicosociales tratan de identificar de forma grupal, con medios como el dibujo o los cuentos, qué es lo que está pasando. Los menores dibujan casas inundadas o personas dentro del agua. Tratamos de trabajar a nivel psicosocial con ellos a través de estos instrumentos que reflejan su sufrimiento.
¿Y qué tipo de enfermedades han visto?
A nivel médico sí hemos podido identificar traumas específicos por golpes/cortes, o personas, sobre todo población masculina, que han regresado a hacer limpieza de sus casas y han presentado traumas físicos.
Las enfermedades respiratorias agudas es lo que más hemos encontrado en esta población, junto con enfermedades de la piel, como los hongos. No olvidemos, además, que seguimos con la emergencia de casos derivados por COVID-19.
¿Qué han determinado en torno a la violencia de género?
Efectivamente ya desde el COVID-19 podíamos evidenciar un aumento de la violencia intrafamiliar y las llamadas a las líneas de emergencia por casos de violencia, como el 911, se incrementaron. En el momento que llegan Eta e Iota, hemos seguido muchos casos que se reportan en todo el departamento de Cortés.
Hasta el 27 de noviembre atendimos 11 casos de violencia sexual. Estos casos se agudizan en una emergencia, por eso nuestros equipos han trabajado temas de prevención con los encargados de los albergues y la población que está albergada.
Lamentablemente, el país no cuenta con un protocolo nacional de atención a víctimas de violencia sexual y por ende, durante una emergencia, es mucho más complejo brindar la atención adecuada a esta población. Este es un llamado justamente para agilizar y aprobar este protocolo.
¿Cuál es la respuesta en salud mental en este momento, luego del paso de estos dos fenómenos por parte de la autoridad en Choloma?
Lastimosamente la salud mental siempre ha sido una necesidad desatendida en Honduras. Históricamente y previo a la situación de emergencia actual, no ha habido recursos necesarios ni un presupuesto específico para tratar de invertir en todo lo que es salud mental.
El gobierno, a nivel de Choloma, particularmente ha apoyado mucho a nivel médico con brigadas, pero ha solicitado apoyo específico a instituciones como nosotros, que trabajan en el área de la salud mental, porque no tienen los recursos suficientes. Esto indica una clara necesidad de que la salud mental sea considerada como parte de la salud pública, con su propio presupuesto.
En términos de necesidades básicas ¿qué hace falta dentro de los albergues?
En un primer momento, por ejemplo, vimos muchísimo apoyo tanto de las entidades gubernamentales como de la comunidad, llevando alimentaciones preparadas, ropa y colchones. En la medida que pasan los días empieza a disminuir la ayuda por parte de actores comunitarios como gubernamentales.
Autoridades locales nos han mencionado las dificultades de alimentación que ya están teniendo. También hemos identificado dificultades de acceso a agua potable. Por eso nuestros equipos están también repartiendo kits de limpieza y agua para consumir dentro de los lugares a los que estamos yendo, porque justamente esto es lo que estamos viendo ahora, todo lo que es necesidades de infraestructura y salud.
¿Cuánto personal de MSF trabaja en esta emergencia?
Tenemos aproximadamente, dentro de las cuatro unidades móviles, dos unidades de limpieza y agua, más dos unidades de intervención, tanto psicosocial como de salud integral. Tenemos alrededor de 25 personas trabajando tanto para mantener la clínica materno-infantil 24/7, que brinda apoyo a las mujeres embarazadas, como para la emergencia.
¿Cómo sobrellevar una emergencia dentro de otra, que es la de COVID-19?
Trabajar dentro de una doble emergencia es muy complejo y hay muchísimos retos para mantener la bioseguridad y la seguridad de los carros donde nos movemos. A veces, vemos 700 personas en un solo lugar. La gente se acerca de forma masiva, entonces nuestros equipos han tenido que ser súper estrictos.
Han sido jornadas largas trabajando días seguidos sin parar, donde cada mañana y cada noche estamos pensando en bioseguridad y empezamos a ver alianzas con los sistemas municipales de salud para remitir posibles casos de COVID-19.
¿Cuál ha sido la respuesta por parte de la sociedad y de los equipos?
Tanto la respuesta de las personas hondureñas como las de mí equipo, es algo que me llena de orgullo y de una alegría infinita. Ver todos los apoyos, las ayudas que han brindado, así como el recibimiento y aceptación que hemos tenido por parte de actores comunitarios, líderes de patronato o lideresas de albergues, cómo nos apoyan a organizarnos, nos ayudan con el acceso y la entrada.
¿Cómo continuar trabajando en un espacio de reconstrucción?
He visto el apoyo y un soporte increíble por parte de la población, pero no es suficiente. Esta situación de emergencia hace un llamado a entes gubernamentales a empezar a evaluar las necesidades y poner el dinero público y todo el interés político en las claras necesidades que se evidencian en término de salud, salud mental, a suplir las necesidades básicas -agua, refugio, energía, alimentación- como lo que son: derechos humanos primarios de la población hondureña.
Esta nota es de MSF y se publica bajo una alianza editorial con El Financiero para difundir el trabajo de la institución
Médicos Sin Fronteras fue fundada en Francia en 1971 por un grupo de médicos y periodistas. Ganaron el Premio Nobel de la Paz en 1999 por su labor humanitaria en varios continentes. MSF tiene operaciones en más de 70 países, entre ellos México, donde la oficina se estableció en 2008.
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