Jorge Manjarrez Rivera: Lo pequeño sigue siendo hermoso
Algunas de las especies en peligro de extinción pueden salvarse si actuamos de inmediato, entre ellas, el jaguar, el oso polar, el rinoceronte blanco, el lobo mexicano, el oso negro, la vaquita marina y la tortuga caguama, entre otras.
El cambio climático, la destrucción de su hábitat y la caza y pesca excesivas, las ha llevado a ser parte de la lista roja que incluye a más de 38 mil especies en peligro de extinción de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
A esto se suman el riesgo que corren algunos ecosistemas vitales como el de los arrecifes de coral y por otro lado el deshielo de glaciares.
Y el cambio climático, la destrucción del hábitat y la caza y pesca excesivas se deben a los seres humanos quienes al poner en riesgo a otras especies ponemos en riesgo a la humanidad.
Como señaló Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, en la presentación del último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC):
“La humanidad está sobre hielo delgado, y ese hielo se está derritiendo rápidamente”.
La emisión excesiva de gases efecto invernadero (GEI) como el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso y el azufre, provocan el cambio climático caracterizado por aumento de los picos en la temperatura ambiental, incremento de la temperatura en los glaciares, sequías, inundaciones, huracanes y deterioro de la salud.
Los seres humanos hemos puesto en jaque al planeta y en nuestra mano está la responsabilidad de salvarlo.
Como ciudadanos de un país democrático tenemos el derecho de exigir a las autoridades en los tres niveles de gobierno y de los tres Poderes de la Unión, acciones inmediatas y efectivas para detener el deterioro del medio ambiente a través de políticas públicas congruentes con la realidad como por ejemplo incrementar el desarrollo de energías limpias e invertir en filtros para el control de emisiones de GEI de las refinerías.
También tenemos obligaciones y entre algunas de las acciones individuales que podemos realizar destacan las de: sembrar y cultivar árboles; disminuir el uso del automóvil y el consumo de energía eléctrica; racionalizar el uso del agua; reducir el consumo de carne roja y lácteos por la gran cantidad GEI que se generan en su producción; reciclar bienes de consumo; y colaborar en informar y educar a la población.
A esto puede sumarse racionalizar el gasto y consumir más productos ecológicos que, aunque generalmente son más caros, en el largo plazo resultan ser de mayor beneficio para la sociedad.
Una manera de impulsar este cambio en el consumo es considerar que al gastar más en artículos que generan menos gases de efecto invernadero, le estamos transfiriendo bienestar a las nuevas generaciones dejándoles un mundo más limpio para que se desarrollen a plenitud.
El mundo es, por una parte, nuestra casa por lo que merece el mismo respeto y cuidado que damos a nuestro hogar y, por otra, es la herencia que estamos dejando a nuestros hijos y nietos.
Por ello es necesario cambiar nuestro modo de actuar, nuestro patrón de consumo, pero también nuestro modo de pensar respecto al beneficio que obtenemos por cada peso gastado para salvar al planeta.
Este beneficio es intangible en la inmediatez, pero de gran impacto para las nuevas generaciones a quienes, en lugar de heredarles riqueza material, les estaríamos heredando salud y más años de vida en un ambiente sano.
Este año se cumplen 50 de la publicación del influyente libro “Lo pequeño es hermoso: economía como si la gente importara”, de E.F. Schumacher, en el que hace un llamado a desarrollar un sistema económico en el que la gente esté en primer lugar y la provisión de mercancías en segundo.
Schumacher fue visionario respecto al cuidado del medio ambiente y advirtió sobre el impacto negativo del consumismo y del uso excesivo de los combustibles fósiles. Desatacó, asimismo, la relevancia de que cada uno de nosotros, sin importar condición económica o social, aportará algo para la solución del problema:
“Debemos entender el problema en su totalidad y comenzar por ver la forma en que se puede desarrollar un nuevo estilo de vida, con nuevos métodos de producción y nuevas pautas de consumo.
Hablar del futuro solo es útil cuando conduce a la acción ahora”.
Lo que hace medio siglo era para Shumacher el futuro es, ahora, el presente; de haber emprendido acciones en 1973 para evitar el calentamiento global y el deterioro de la naturaleza, más de 38 mil especies no estarían en peligro de extinción y la humanidad no estaría sobre hielo delgado.
Según los expertos ya no tenemos otros 50 años para equivocarnos.