Entender el cambio de época
El modelo de cancelar permisos, revisar títulos improductivos o recuperarlos para la administración pública, serán interpretados como el inicio del fin para ciertos intereses.
Comisionado del Servicio de Protección Federal
La relación entre el Estado y la iniciativa privada siempre está a prueba; de un lado y de otro, existen argumentos que giran en torno a la presencia del primero en las decisiones económicas y la cantidad de libertad que tiene la segunda de tomar las propias sin regulación excesiva o demasiada supervisión que entorpezca invertir.
Es cierto que la confianza es el elemento clave para apostar capital en un país, pero también lo es que la “mano invisible” de los mercados no garantiza mesura o responsabilidad en las determinaciones que toman las industrias y sus principales corporaciones.
Históricamente, los casos de éxito económico se basan en un sano equilibrio entre el papel rector del Estado y las facilidades para desarrollar la innovación y el conocimiento que impulsan a los sectores económicos e incluso crean nuevos.
Estas semanas, en un debate que están en el terreno político y no en el económico, se ha confundido, con intención o por omisión, las acciones que ha tomado el gobierno de México para asegurar algunas de sus grandes obras insignia y las decisiones que se han anunciado en aparente consecuencia.
En los negocios lo que importa es lo que se hace y no tanto lo que se dice; las palabras pueden crear entornos propicios para la inversión o cerrarlos de plano, pero son los hechos los que rigen los pasos que siguen en un plan de expansión, una adquisición o una compra de acciones.
En los casos que ocuparon la atención pública no estamos ni cerca de medidas coercitivas hacia el sector empresarial y tampoco en un clima en el que se pretenda atentar contra el mayor baluarte del capitalismo: la propiedad privada.
Lo que sí hemos presenciado desde hace cinco años es una presencia del gobierno de México en el manejo del presupuesto, de la macroeconomía y de un sentido de la inversión hacia el desarrollo de los segmentos de la población menos favorecidos. Se podrá estar de acuerdo o no, pero la realidad es que la relación entre uno de los poderes del Estado y la industria privada se modificó y ahora se parte de una negociación sobre bases distintas.
En un país donde la política era concesionar todo lo que se pudiera y la fila de compadres dispuestos a recibir algún permiso era interminable, el modelo de cancelar permisos, revisar títulos improductivos o recuperarlos para los proyectos encabezados por la administración pública, serán interpretados como el inicio del fin para ciertos intereses, cuando se trata de decisiones que asume cualquier gobierno del mundo en diferentes grados.
De hecho, los modelos que tanto decimos admirar en Europa, en Asia y en nuestro vecino y socio del norte, mantienen constantemente un precario balance entre el peso que debe tener la autoridad en la economía y la amplitud del margen de maniobra ideal para fomentar la inversión. El diálogo sobre la aprobación del techo de deuda en los Estados Unidos, la iniciativa para aumentar la edad de jubilación en Francia o las negociaciones gubernamentales para constituir un bloque económico en Asia, África y Brasil, son ejemplos de un cambio de época que se tiene que entender para aprovechar las nuevas coyunturas pospandemia.
Entre el ruido de la recuperación de la concesión de un tramo de vía en el Itsmo de Tehuantepec, la negociación entre concesionario y gobierno nunca se detuvo y todo apunta a que será buen negocio para el primero. El segundo escenario de crisis se quiso montar sobre la decisión de Citi para vender Banamex por medio de una oferta pública en bolsa de valores, una opción que no sólo ya había planteado antes a los posibles compradores y que fue desechada por la mayoría, como lo confirmó el director general de un banco que estuvo interesado en estas mismas páginas.
Incluso la supuesta cancelación de la compra, más el acuerdo con el gobierno federal, impulsó las acciones de la presunta compañía afectada, haciéndole recuperar las pérdidas que acumulaba en el año, en un mensaje de los mercados para que el zapatero se dedique a los zapatos.
El próximo sexenio está a la vuelta de la esquina y la comunidad empresarial hará bien si entiende que la presencia del gobierno seguirá y ese papel ha sido conveniente para todos. Plantear lo contrario no es economía, es falta comprensión acerca de los tiempos que estamos viviendo.