La trascendencia, el único legado de la política
La política debería ser la profesión más noble y comprometida con los seres humanos. El poder es producto de la política y, por esta razón, se sustenta en servir a la gente. La trascendencia es su único legado.
Sin embargo, la realidad dista mucho de estas afirmaciones. Con tristeza tenemos que reconocer que ha habido un proceso de deterioro de esta actividad. Su desgaste ha sido producto de la mala fama de quienes la han convertido en tramoya de negocios y enriquecimiento espurio. El pragmatismo sofocó a la ideología y empoderó al metal áureo.
La avalancha ha sido tan fuerte que ha carcomido el tejido del ejercicio del poder. La corrupción, la negligencia y la falta de resultados y convicciones han marchitado esta noble profesión, al grado de que a muchos de los políticos que escalan el poder no les interesa trascender ni dejar un legado histórico.
La aristocratización del héroe de Bulnes, los cañonazos de Obregón, las comaladas de millonarios sexenales de Portes Gil y muchos decires más marcan prolongadas épocas del acontecer mexicano. El problema mayor es que la gente ha tomado distancia de la política, de los políticos y de sus instituciones. No se sienten representados, les han fallado y abandonado a su suerte. No tienen empatía ni compromiso con sus causas.
Debemos rescatar la política de esta clase de personas y volcar nuestra participación ciudadana en las urnas y en los foros y ventanas públicas, haciendo sentir nuestra voz y voluntad. Somos los únicos responsables de este país. No dejemos el campo libre a los negociantes de la política.
Esta pandemia y dolencia natural debilita la democracia y sólo es posible erradicarla con nuestra participación activa, convocando a todos los ciudadanos, hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, a practicar una nueva política para la reivindicación nacional de la noble profesión de gobernar.
Debemos fortalecer nuestra democracia y los órganos electorales y transformar a los partidos políticos para que se conviertan en instrumentos eficaces que garanticen el libre ejercicio de nuestros derechos ciudadanos. La gran tarea nacional es formar y construir ciudadanos y una nueva generación de políticos con arraigados valores y convicción de servir a la gente. Hay que empezar, se hace tarde...