En aquel Tour de la infamia y la vergüenza del dopaje al aire, verano de 1998, la voz grave y profunda de Marco Pantani aportaba serenidad a un deporte que se hundía en un terremoto. «Mi victoria se la dedico a todos los ciclistas que sufren por la hipocresía», dijo en rueda de prensa como ganador. Pantani, el vuelo ligero de colibrí, la vida en la montaña, ciclista con magnetismo único, se derrumbó como una torre de naipes al año siguiente por un hematocrito alto, cuando iba a adjudicarse el Giro 1999. Читать дальше...