Cegada por la luz de la candelería, embriagada por el sahumerio del incienso y el aroma de la flor recién cortada, sacudida a toque de corneta -había hambre atrasada de Semana Santa, atemporalidad sin cesiones a la coyuntura-, España perdió el pasado abril la oportunidad de actualizar su liturgia cofrade y de incorporar a las estaciones de penitencia la figura del indultado ideológico, novedoso elemento de concordia social con que el Gobierno adiestra a la opinión pública en el perdón selectivo y la resolución de problemas de convivencia. Con las prisas, con la devoción por delante, con el recuerdo de la España prepandémica y presanchista, nadie vio desfilar delante de un Cristo cautivo o crucificado a Oriol Junqueras, ni a...
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