La matraca de la lluvia acabó con el Viernes Santo a la hora nona
«No sale» son las dos palabras que quedarán para la historia este año. Faltaban veinte minutos para las cuatro de la tarde cuando se certificaba que el Viernes Santo estaba cumplido al anunciar el Cachorro que el día no tendría arreglo. Que la Semana Santa de 2024 será un mal recuerdo, que la matraca de la lluvia que anuncia la expiración de las estaciones de penitencia no cesa y que la ciudad enterrará para siempre su fiesta grande más pequeña de cuantas se recuerdan. Porque, a la espera de lo que suceda este Sábado Santo, para el que tampoco hay buenos augurios, hasta ahora sólo una de cada cuatro cofradías ha podido salir con normalidad y completar su recorrido sin refugiarse. El agua que lleva arreciando desde el Domingo de Ramos ha acabado con la sequía y, como no llueve a gusto de todos, ha sido precisamente en los días en los que siempre pedimos por el sol. En su núcleo central, Jueves, Madrugada y Viernes Santo, se ha vivido un rosario de cancelaciones. Si en la primera mitad salieron algunas, estas jornadas no ha habido ni el intento. Y, desde que el Cristo de Burgos lo anunciase con seis horas de adelanto, se han puesto de moda las suspensiones por la vía rápida . Este Viernes Santo fue la Carretería la que se sumó a los Negritos, la Exaltación, Pasión y la Esperanza de Triana para comunicar con hasta dos horas de margen que no hacía falta que los nazarenos acudieran a la capilla porque la decisión estaba tomada. Esto ha abierto un debate que amplía el que llevamos años discutiendo sobre los riesgos que deben ser asumibles y los que no, el de las cofradías apodadas vulgarmente 'anfibias', que salen lloviendo y continúan sin refugiarse. Hay un término medio, porque esta moda de los adelantos, independientemente de las razones más que justificadas, ha abierto también una peligrosa vía de escape si lo que se busca con ello es ofrecer comodidad a los nazarenos. Porque según el rito y la regla forjados durante siglos, el nazareno comienza la estación de penitencia, que no tiene que ser cómoda, desde que se reviste con su hábito en casa, va al templo por el camino más corto. Si no se sale, cumple allí con las preces o el vía crucis que corresponde, y acaba cuando llega a casa. Y eso mismo es lo que hizo el Calvario con sus hermanos, convocarlos a la Magdalena fuera la hora que fuera, para cumplir con la estación de penitencia un año más. La tarde en blanco Más allá del debate, en cuanto a lo meteorológico la decisión de la Carretería fue acertada. Igual que la del Cachorro . Las dos primeras cofradías del día, a la hora nona, prefirieron no correr riesgos pese a que no llovía en ese momento. Lo mismo ocurrió con la Soledad de San Buenaventura y La O. A partir de las siete de la tarde, volverían los aguaceros y hasta posibles tormentas, como la que despertó a Sevilla a las seis de la mañana acompañada de granizo, como hace justo 50 años, y por la que toda la ciudad agradeció que no le cogiera a ninguna hermandad en la calle. Las hermandades de esta jornada, tan castigadas por la lluvia en las últimas dos décadas, tienen bien engrasada la maquinaria cuando hay que quedarse. Se desaloja el templo y se abren las puertas. Este Viernes Santo, las colas fueron interminables , también en los seis templos de las cofradías de la Madrugada. El Gran Poder hasta tuvo que mantener abierta excepcionalmente la basílica hasta las ocho. Tradicionalmente, tan sólo abre el Viernes Santo para los oficios, pero hubo tanto público agolpado a las puertas que se optó por mantenerla abierta. La lluvia permitió, eso sí, que los oficios en los templos estuvieran más llenos que nunca y que muchos descubrieran la acción litúrgica hermosísima de la Adoración a la Cruz . La lectura de la Pasión de Cristo, el crucifijo velado caminando por la nave central, el beso a Cristo muerto... Fue la reconciliación de Sevilla con el verdadero sentido de la celebración, mientras la calle era un sagrario vacío envuelta en tristeza. De regreso, y en silencio, tal y como el sacerdote concluye la liturgia, llegaron el resto de cancelaciones. Fue caer el sol, pasadas las siete, y comenzó a llover tal y como estaba escrito. Y así, a la hora fijada, San Isidoro, la Mortaja y Montserrat , ésta a las 20.10 horas, comunicaban al mundo esas dos palabras que se han clavado a fondo en la piel de esta ciudad llena de amargura: «No sale» . Ya queda menos para la Resurrección.